Dos Culturas, Un Corazón: Historia de un HOPAS
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Dos Culturas, Un Corazón: Historia de un HOPAS

¿Cómo es crecer en una familia y una comunidad de personas Sordas cuando eres oyente? ¿Cómo es sentirte aceptado por esa comunidad y, al mismo tiempo, rechazado por ella? ¿Cómo es intentar encajar en dos mundos que, a veces, parecen irreconciliables?

HOPAS: Hijo Oyente de Padres Sordos.

Cuando pienso en mi niñez, los recuerdos de la comunidad Sorda en la que crecí son tan vibrantes como los colores de un arco iris. Mis padres son Sordos, al igual que muchas de las personas con las que interactuaba todos los días. Tenía varios vecinos Sordos y familias Sordas con hijos Sordos de mi edad con quienes jugaba y eran mis amigos. Para mí, eso era lo normal. Nunca me sentí diferente. En ese mundo lleno de comunicación visual, me sentía en casa.

Desde que nací, he aprendido la lengua de señas, es mi lengua materna, y mis padres me enseñaron a comunicarme de manera efectiva dentro de nuestra comunidad Sorda. Recuerdo que en reuniones con sus amigos cuando visitaban nuestra casa o cuando me llevaban a la Asociación, interrumpía continuamente a los Sordos preguntando que significaba esta o aquella seña. Hasta que me convertí en un hábil intérprete, ayudando a mis padres a comunicarse con el mundo exterior. Era como ser el puente entre dos culturas y lenguas diferentes.

Pero a medida que crecía, empecé a sentir la presión de encajar en la sociedad oyente que me rodeaba. Cuando me aventuré fuera de la comunidad Sorda, me encontré con miradas curiosas y preguntas inquisitivas sobre mi habilidad para oír y hablar. «Tus padres son Sordos, ¿pero tu no?». Siempre había sido oyente, pero me sentía como si estuviera en medio de dos mundos, sin encajar completamente en ninguno.

Siendo joven, intenté dar una idea en una reunión de jóvenes Sordos. Pensé que mi propuesta podía ser útil para todos, pero en lugar de ser recibida con gratitud, fue desestimada de manera expresiva por la mayoría de los presentes, especialmente quienes lideraban. Uno de los líderes de la comunidad, un adulto, me miró con seriedad y dijo: «Tienes buenas intenciones, pero eres un oyente, un representante de la cultura que a menudo nos ha oprimido y marginado. No puedes entender completamente nuestras necesidades porque no eres Sordo». Sus palabras resonaron en mis ojos durante años.

Esa experiencia, habiéndose repetido muchas veces, me marcó profundamente. Me di cuenta de que, a pesar de mi amor y respeto por la comunidad Sorda, siempre sería visto como un forastero. Mi identidad estaba dividida entre dos culturas, dos lenguas y dos mundos que, aunque compartían similitudes, también tenían profundas diferencias.

Mientras crecía, decidí explorar mi identidad en el mundo oyente. Quería entender mejor sus costumbres, sus valores y su perspectiva. Así que me sumergí en la cultura oyente. Pero, nuevamente, me encontré con obstáculos. Las conversaciones rápidas y llenas de ruido me resultaban abrumadoras, y mis intentos de comunicación a menudo eran torpes. Me sentía como un extranjero en mi propio mundo.

En el mundo de las personas oyentes, he encontrado oportunidades que no hubiera tenido en la comunidad de personas Sordas. He podido estudiar, desarrollarme, tener una vida social diferente. Sin embargo, también he sentido la soledad y la incomprensión. No he encontrado quien me entienda realmente, que sepa lo que es ser un HOPAS.

Mi búsqueda de identidad me llevó a vivir como un «errante cultural» en mi interior. Cada día era un desafío para equilibrar las dos culturas que eran parte de mí. Me di cuenta de que no tenía que elegir entre una u otra, sino que podía abrazar ambas y encontrar un lugar donde encajar.

Un día, mientras conversaba con un amigo Sordo, llegamos a un entendimiento profundo. Me dijo: «Tú eres un puente necesario entre nuestras dos culturas. Puedes ver ambos lados y ayudarnos a entendernos mejor». Esas palabras me dieron un nuevo propósito.

Hoy, continúo viviendo mi vida como un HOPAS, pero ya no me siento atrapado entre dos culturas. En cambio, veo mi identidad como un regalo que me permite construir puentes y fomentar la comprensión mutua, mas allá de ser un intérprete.

Ser un HOPAS es una experiencia única y desafiante. Es una experiencia de aceptación y rechazo, de pertenencia y desarraigo. Es una experiencia que nos obliga a reflexionar sobre nuestra propia identidad, sobre nuestro lugar en el mundo. Es una experiencia que nos hace crecer como personas.

Mi deseo es que esta historia inspire a otros HOPAS a abrazar su identidad única y a trabajar para derribar las barreras entre las dos culturas a las que pertenecen. Al final del día, somos todos seres humanos que buscan la conexión y el entendimiento. Encontrar nuestro lugar en el mundo puede ser un viaje complicado, pero también puede ser increíblemente gratificante cuando descubrimos que nuestras diferencias son lo que nos hace especiales y valiosos.

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